HISTORIA DE LAS PELEAS DE GALLOS EN LA REPUBLICA DOMINICANA

miércoles, 27 de julio de 2011

La Espuela, Un Arma Natural De Ataque

GALLINO NEGRO, Tenerife.-Son estructuras cónicas que contienen un núcleo óseo rodeado de un tejido esponjoso más blando y recubiertas por una capa cornea de origen proteico Este espolón va creciendo año a año.  La espuela es un apéndice que poseen algunas aves en las patas y que es su arma natural para el ataque o defensa entre los machos. Se trata de estructuras cónicas que contienen un núcleo óseo rodeado de un tejido esponjoso más blando y recubiertas por una capa cornea de origen proteico, semejante a la del cuerno de los toros y a nuestras uñas; una queratina que al calentarse se deforma como gelatina. Este espolón se va desgastando y creciendo año a año. 
El tema de las espuelas en las riñas de gallos es tan extenso y complejo, que daría para escribir una enciclopedia. Como hemos dicho el gallo está dotado, de forma natural, de estas defensas y, en Canarias, siempre ha combatido con sus espuelas naturales o postizas, procedentes de otro gallo, aunque hay constancia de que, en Tenerife, hasta mediados del siglo diecinueve, también se reñía con espuelas de acero. En Asia y Sudamérica las usan de resina, acero, carey o espina de pescado. Sin embargo, en la península, al pelear con espuelas muy cortas, de 18 a 20 milímetros, se usa muy poco las postizas.
Lo óptimo es que el combatiente riña con sus espuelas, puesto que son con las que el animal está más familiarizado; por no hablar de la estampa de incomparable belleza que compone un gallo de pelea con sus armas naturales. Pero, a veces, por carecer de ellas (pata rasa), no ser del tamaño apropiado (animales jóvenes), o por estar defectuosas (torcidas o frágiles) hay que sustituirlas por unas postizas, de ahí lo importante de cuidarlas durante su desarrollo, puliéndolas y engrasando.

Cuando se han de colocar postizas, la espuela original se corta a un centímetro desde la pata, quedando el patrón, sobre el que se encajará aquella; y para la pata rasa, se le hace un patrón postizo o botón; operación que se ha de hacer con suficiente antelación a la riña para que el animal se adapte a su nueva fisonomía.
La elaboración de espuelas postizas es un trabajo muy especializado y minoritario, artesanía fina que pocos dominan, y cuyo producto se cotiza al alza. Hoy, quien tiene una buena colección de espuelas, tiene un tesoro. Las espuelas de los artesanos canarios han sido muy apreciadas en América, sin embargo hoy se traen de allí. Francisco Dorta (Pancho el Músico), Adolfo Santana (el Pichón), Domingo Morales (el Boyero), Pablo Amador (Pola Vieja), Roberto Hernández, Aureliano Negrín, Asdrúbal Bethencourt, o Antonio Martín fueron virtuosos de este arte.

Las postizas se obtienen de gallos bastos o de corral, las de gallo fino no sirven, puesto que deben ser mayores para poder ser trabajadas y que encajen en los patrones; y actualmente, desgraciadamente, en nuestros pueblos cada vez hay menos gallineros. En Cuba, por ejemplo, los guajiros crían cientos de gallos bastos con el fin principal de aprovechar sus espuelas, un complemento a la precaria economía familiar.

El tamaño de los naifes con los que pelean nuestros guerreros va desde los 30 a los 40 milímetros, dependiendo de las características combativas y las dimensiones del gallo; unas espuelas demasiado largas, lejos de ayudar, perjudican, y dan lugar a cañeras (lesión que se provoca el gallo en la pata) y a ineficacia en el combate.


Desde hace pocos años se ha ido introduciendo, importadas del Caribe, el uso de espuelas plásticas en nuestras islas, lo que ha generado algún que otro conflicto cuando no lo contemplaba el reglamento de la contrata o torneo.

Los más puristas no tardaron en rasgarse las vestiduras ante este atentado a la tradición que, junto con otras innovaciones poco fundamentadas (incremento de peleas por jornada, supresión del pesado de los gallos en la valla, desaparición de reñideros, o desconcertantes formas de vivir el espectáculo por parte de aficionados foráneos), estaba adulterando la concepción de este deporte en las islas, que apenas había sufrido alguna modificación en los últimos 200 años.

Por otro lado, quienes más contacto tienen con el gallo y, por lo tanto, más han de saber sobre el tema, afirman que la espuela artificial es más dañina y que el animal no se recupera igual tras la riña; pero, si partimos de que las características físicas de la espuela plástica, un polímero inerte, son similares a las de la queratina de la espuela natural, esta apreciación de algunos galleros podría no tener una base científica.

Hay un factor esencial para regularizar el uso de las espuelas plásticas, el económico: Un par de espuelas naturales cuesta unos cincuenta euros; una contrata de dieciséis jornadas por temporada supone una inversión para una gallera, solo en espuelas, de varios miles de euros; sin embargo, un par cuesta tres euros.

Su uso se ha extendido, y las últimas temporadas partidos como Güímar, de Tenerife; La Guerra, de La Palma, o La Guancha, de El Hierro, decidieron, mediante contrata, armar a los gallos sólo con espuelas plásticas; así como en torneos del prestigio del Pollo de Oro, en Lanzarote; el de pretemporada de El Laurel, en La Palma, y los de casteadores de El Paso y Tazacorte, también en la isla bonita.

Lejos de querer abogar por el uso exclusivo de lo artificial en detrimento de lo natural, sí pretendemos reflejar una realidad que se impone inexorablemente y ante la que debemos transigir si queremos seguir disfrutando de nuestras riñas, deporte minoritario y desamparado por los organismos competentes, ante el riesgo real de caer en el anacronismo.



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