Esto se debe, a que en la selección natural las variaciones son acumuladas por una ley natural, descriptible como una fuerza mecánica, sin dirección predeterminada y carente de propósitos; esto es un hecho inherente a la materia orgánica que sólo se remite a trabajar por y para el adecuado funciona miento del individuo orgánico en relación a las fuerzas incidentes del medio (gravedad, calor, fuerza centrífuga, etc.) pero ésta adecuación a condiciones físico-químicas es nula si se compara a la adecuación respecto a otro individuo orgánico y a esta lucha entre individuos y aún dentro del individuo aislado, hallase infinita mente subordinada la relación con el medio.
A menudo en la cría selectiva de aves de combate u otros seres, se olvida un hecho importante y capital. Este hecho es el motivo del breve soliloquio que, es éstas líneas precede, y del artículo que ustedes tienen ahora frente a sus ojos. Muchas personas creen que, por mediar entre las palabras SELECCIÓN y ELECCIÓN tan solo una letra, y por el parecido de sus acepciones, ambas proposiciones expresan una idea única. Pero esto no es verdad. Selección es por supuesto, escoger, elegir, pero no solamente esto sino (y lo que es quizá de igual importancia intrínseca) que también descartar, borrar, suprimir, destruir algo. De esta suerte quiero expresar que, el que selecciona, no debe únicamente distinguir una elite de animales, además tiene que brindar irreparable destrucción a una falange de seres toscos, imperfectos y groseros, para que su mala cepa no obstaculice la libre expansión de la vitalidad de seres cuyas venas están henchidas por una sangre de noble casta, de una prosapia superior, de un orden más alto. Sin una selección destructiva no puede fijarse un tipo deseado, ni eventual mente, mucho menos perfeccionarle. Esta confusión errónea, que hace creer al criador que seleccionar es sólo favorecer a unos, en detrimento de otros (siendo que selección es esto y también la supresión de los no favorecidos y de toda su estirpe), se halla firmemente enlazado al temor mítico, que en algunos círculos se tiene de la consanguinidad, que es el método que acelera considerablemente la depuración de elementos latentes, inferiores, que son por la consanguinidad, puestos a la luz. Y así, facultando al gallero a descartarlos, beneficia a la fijación del tipo y a su probable perfección.
Me despido enviando mis respetos a los lectores de la presente
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