. La pelea del asile es veloz, aún cuando se prolongue por varios días, es totalmente inadecuada para los reñideros de arrabal, pues no debe pelearse con puones de acero y por lo tanto da pocas oportunidades para las jugadas de dinero o los golpes de usura. Es una lucha en la que el verdadero criador saborea la calidad de su estirpe y la capacidad técnica de los acopiamientos, es lucha que deleita los ojos y el cerebro y en la que el derramamiento de sangre, las terribles hemorragias, que ensangrentan hasta a los espectadores, y las estocadas y puñaladas de suerte que tumban al más noble contendor, se encuentran totalmente pros criptas, para dar paso a las virtudes más caras al macho; insensibilidad al castigo, inteligencia en la acción, denuedo, coraje y el deseo de vencer que sólo cesa con el último latido de su corazón. El verdadero Asil tiene dos pruebas que no fallan para el experto; su toque y su pelea. En la mano es un deleite apreciar su extraordinaria constitución osea y muscular, parece imposible haberse llegado a crear algo tan compacto, tan macizo, tan sólido y tan sobrio y en el redondel tanto fogosidad y poder combativo. Razas y gallos noble existen, lo que falta o está fallando es el cariño al gallo por su propia nobleza y no por el dinero que pueda producir el azar. CALCUTAS. Esta raza de origen asiático puro, toma del malayo sus principales características. Tiene rasgos físicos, temperamento y modalidades de pelea perfecta mente definidos, fijos y propios, lo que autoriza a calificarlo como una raza independiente del Asil, aún cuando éste haya intervenido en su formación o aquella en la de éste. Es alto y esbelto, poderoso. Sus mejores ejemplares machos pesan, listos para el combate de 6 a 7 libras. Es el gallo de pelea común en la India y el más adecuado para los combates a patas forradas a resolverse en un día. Se lo denominó Calcuta porque los primeros ejemplares llegados a Buenos Aires provenían de aquel puerto de la India y su éxito en las vallas con el puón argentino fue tan rotundo, que quedaron en ellas como únicos dueños y señores, desalojando y haciendo huir a estacazos a las estirpes de origen español que entonces sentaban sus reales. Es el gallo sobrio para herir, que prefiere la lucha cuerpo a cuerpo, que baja al contrario su guardia a fuerza de cogote, el que va creciendo a medida que la lucha se prolonga y el contrario se achica, el que cuando hiere “las mete hasta la pata
”, el que más se embravece a medida que lo castigan y cuando ciego es imbatible, porque responde al “peinado” y en los ca reos y amas deja de dar pico. Con el puón argentino, el arma más adecuada para probar la clase de un gallo de pelea, revivió en las ciudades el duelo legendario de nuestros gauchos; duelo que tiene más de lucha que de esgrima. Con el puón romo no tiene rivales, sin embargo fue desalojado de los reñideros por la adopción del puón “lanza” uruguayo, más largo, más agudo, totalmente inapropiado como elemento de prueba de las condiciones de pelea de este tipo de razas. El gallo Calcuta es un animal frío y apático por excelencia, es el anacoreta de la jaula estrecha en la que puede transcurrir toda su vida con un recogimiento de monje o una inmovilidad de fakirCalcuta es el representan te genuino de los días de oro de la afición argentina.
Dr. Alberto del Campo Wilson
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