La cultura de los gallos de pelea se inició en México a la llegada de los españoles, en el siglo XVI, cuando, en las playas de la Villa Rica de la Santa Vera Cruz, obsequiaron un gallo a un misario de Moctezuma, como parte de los
resentes, que incluían espejitos y otras cosas más. El gallo tuvo un impacto inmediato en el gusto de los nativos, ya que los mexicas sentían una especial admiración por los animales que destacaban por su agresividad y presencia física, de ahí los Hombres-Águila y los Hombres-Tigre o Jaguar. Así, durante la Colonia se fue haciendo más patente esta admiración y gusto por el gallo de pelea, al grado que las autoridades decidieron reglamentar este juego, cuya responsabilidad recayó en el “asentista de naipes”, personaje que estaba mejor preparado para organizarlo; de ahí que no sea extraño que cuando la gente escucha “gallos”, de inmediato considere al gallero como jugador (y todos subsecuentes epítetos que esto conlleva). A través de los años, el juego de gallos ha tenido innumerables detractores, ya que –debemos reconocerlo– del mismo modo que algunos políticos perciben al país, en muchas ocasiones, la gente que está inmersa en este ambiente considera que la gallística es un botín y que, por lo tanto, tienen derecho a tomar su parte; no importa bajo qué condiciones. Esto ha generado que personas externas, escritores, compositores o cineastas, tomen básicamente lo denigrante y deshonesto de esos individuos para calificar a la mayoría de los galleros, sin investigar verdaderamente cuál es el entorno y la realidad de una actividad agropecuaria que genera una muy importante derrama económica al país. Incluso en los últimos años, se ha pretendido onvertir a la crianza de gallos de combate en causa de las epizootias que han azotado a la avicultura nacional, como ocurrió en marzo y abril del año 2000, con funestas consecuencias, a raíz del brote de Newcastle velogénico en la Comarca Lagunera. icha actitud se debe al hecho de buscar chivos expiatorios para los errores que se han cometido en la avicultura comercial en los años recientes. Baste recordar que la epizootia de Influenza Aviar (IA) fue causada por la introducción al país de gallinas eproductoras que no habían cumplido los requisitos zoosanitarios implementados por SAGARPA, y la irresponsable actitud de la autoridad en diciembre de 1993.
La epizootia a que aludo se debió a disposiciones tomadas por asesores estadounidenses en las instalaciones que Tyson tiene en la Comarca Lagunera, orientadas a optimizar los costos de operación de dichaempresa; todo ello sin ponderar, de acuerdo con la información de que dispongo, los factores climáticos y las condiciones propias de la región y del país, lo que lamentablemente causó pérdidas económicas millonarias. Sin embargo, más que buscar culpables de los distintos episodios que han
ocurrido (y, por desgracia, seguirán ocurriendo), debemos estar unidos y buscar oluciones para que estas epizootias no sean cíclicas, pues la avicultura nacional es castigada severa y reiteradamente por errores humanos y administrativos. Es cierto, se toman medidas correctivas, pero lo que deberían tomarse son medidas para
prevenir los problemas, y en ellas debemos involucrarnos solidariamente autoridades,
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