La casta del gallo se puede observar en su “alevosidad”.-La sangre de los gallos de pelea hierve. Al igual que la de los cientos de fanáticos que se reúnen alrededor del área de combate del coliseo Los Vergeles para verlos en acción.
Los “minititanes”, despojados de sus plumas -en patas y lomo-, exhiben sus pieles rojizas, producto de sus latidos acelerados, pues están a punto de entrar a la arena. Sus dueños, ubicados en esquinas contrarias, como si se tratara de una contienda de box, preparan a sus luchadores para la faena. Antes de cada enfrentamiento, los galleros salen a la arena para mostrar las habilidades de sus exponentes. Los gallos hacen su parte. Cantan enfurecidos buscando a su adversario para iniciar la puja. Después de demostrar las cualidades de sus gallos, los dueños se retiran y el público se encarga de escoger, “al ojo”, por cuál de las dos aves se inclinará para arriesgar su dinero. Los que asisten con frecuencia a estas peleas ya tienen su “olfato” entrenado para reconocer al futuro ganador. “La casta del gallo se puede observar en su “alevosidad”, en sus ganas de salir a pelear, en su pelaje, en su porte”, comparte un aficionado. Los apostadores entran en frenesí. El bullicio se apodera del coliseo. Cada uno busca con quien pactar la suerte. Los asistentes ofrecen desde “irrisorios” cinco dólares hasta jugosos ochocientos. Muchos salen con las manos vacías y otros con más de lo que, quizás, esperaban. Entre los apostadores no hay necesidad de documentos legales que obliguen el cumplimiento de la apuesta, ya que en estos lugares se respeta el dicho: “palabra de gallero es palabra de caballero”. Cientos de aficionados acuden a observar las peleas de los más de 110 criadores de gallos de combate, de distintas partes del mundo, que asisten al Campeonato Internacional Guayaquil 2010, con sus delegaciones de tres gallos cada una.
Los mejores en esta ocasión son los de la gallería La Selva, de los hermanos Abadia de Colombia, tras completar el máximo puntaje (9). Sus tres gallos fueron los más efectivos. Vencieron a sus rivales en un tiempo de 11’59”. Las batallas son más atractivas, ya que sus “minititanes” se dan pico a pico, a “talón desnudo”, sin espuelas. Los fuertes picos de los animales chocan como si fueran espadas. Inclusive, desde las gradas se puede escuchar el golpe seco que producen. Los picotazos de los gallos van directamente al cuerpo o a la cabeza de sus adversarios. Las aves, como si fueran boxeadores, esquivan los golpes, se agachan o se esconden bajo el ala de sus rivales, como para tomar aire.
Muchos gallos que salen al ruedo tienen valentía, “alevosidad”, pelean hasta el final. Otros simplemente son de “poca casta”, ya que huyen cuando están heridos o cuando se percatan de que pueden perder la vida. Esto avergüenza a sus dueños. En el momento en que ocurre la huida, el referí de la contienda solicita la presencia de un gallo externo para realizar la prueba del “gallo corrido”. El ave de prueba sirve para verificar si el gallo quiere seguir luchando. Si huye, se le concede la victoria al que se queda sobre la arena.El tiempo de las batallas es variable, muchas pueden durar hasta más de 10 minutos y otras en cambio son liquidadas rápidamente con fulminantes picotazos. Como en el caso del encuentro entre el Universal de Perú y San Patricio de Ecuador, en el cual el gallo tricolor no duró más de cinco minutos, pues el sureño “fusila” sin remordimiento, con un certero picotazo en la cabeza, a su contrincante, que queda tendido inerte. Luego, el Universal se para sobre el gallo ecuatoriano y lo picotea para seguir peleando, pero este ya no reacciona. El árbitro ingresa para dar por terminada la pelea y cerciorarse de que San Patricio ha muerto. Cuando ninguno de los dos gallos pasa “a mejor vida”, las reglas del juego son claras, el juez determinará al perdedor si este pasa por más de 30 segundos en el suelo sin poder levantarse. Después de cada pelea, los dueños “invaden” la zona de batalla para recoger a sus gallos. Muchos salen con menos plumas con las que entraron. Para el espectador Elvis Fuentes, quien acude “religiosamente” a los tres días del evento, este certamen es uno de los mejores que se realiza en Ecuador, ya que reúne a los máximos exponentes de todos los países. Aunque no participa con algún gallo, se considera un verdadero gallero, ya que todos los domingos acude a los reñideros que existen en la ciudad, especialmente al de Los Vergeles. El experto “gallero” afirma que se perdió una reunión familiar en su natal Vinces por estar presente en el último día del campeonato.
Fuentes, de unas cincuenta y tanto vueltas, asegura escuetamente que hoy la suerte no ha estado de su lado, ya que no le atina a ningún gallo ganador y gasta más de setecientos dólares. “Así es esto. Lo que perdí no ha sido nada para lo que ya he ganado en los días anteriores”, sostiene entre risas. Para el gallero Gregorio Martínez, de nacionalidad costarricense, esta actividad requiere de mucha dedicación y cuidado para con los gallos de combate, ya que, afirma, estas aves necesitan un control riguroso en la alimentación, medicina y mucho entrenamiento. “Las cantidades que se invierten en estos animales son altas. Uno gasta más que en los hijos”, indica el gallero, mientras observa atento una contienda.
Martínez manifiesta además que su pasión por esta actividad lo ha llevado a recorrer varios países del mundo, ya sea para competir o simplemente para observar las peleas.
El extranjero comparte que no es nada fácil criar a un buen gallo de pelea, debido a que es necesario tener conocimientos sobre su biología, genes y raíces.Sobre el entrenamiento de estas aves, el costarricense explica que los pollos que tienen la casta para luchar son escogidos y sometidos a un exhaustivo periodo de adiestramiento con carreras, pesas, equilibrio en la soga, máquinas corredoras, piscinas para nadar, traqueo manual y demás técnicas. Como todos los domingos, el próximo los galleros volverán con sus luchadores, sus apuestas y su palabra, a inundar los graderíos de Los Vergeles.
via gallerosoy.com
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