Uno acaba ganando y el otro termina… al plato. Es todo un ritual, las peleas incluso se transmiten por televisión.
No me hubiera pensado nunca que generaran tanta expectación y que movieran tanto dinero. El Libertad Cockpit de Manila era un bullicio, excepto la enfermería (la última foto), dónde había un silencio sepulcral. Eso si, entre el público ninguna mujer. Y ningún extranjero. Bien, casi.
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